Cristina me preguntó si me apetecería escribir mi experiencia en la nueva página que estaba preparando y me encantó la idea. Han pasado tres semanas y sigo sin hacerlo pero no porque no quiera, sino porque no encuentro las palabras que expresen lo mucho que ha significado para mí, hacer esta terapia.
Estoy ya en la recta final y no puedo encontrarme mejor. Ha supuesto muchísimo trabajo personal y en muchas ocasiones sufrimiento, no es fácil navegar en nuestro interior y en muchas ocasiones no te gusta lo que ves. Pero tenía claro dónde quería llegar y cómo quería sentirme y cómo quería que fuera mi vida, sólo que no encontraba el camino para hacerlo, o si viéndolo, me daba miedo enfrentarme a él.
La terapia, más que la solución de mis problemas (que es como muchos podrían decirlo, pero yo no lo entiendo así, ni como solución, ni como problemas) ha sido la forma de tener un mayor conocimiento de mi misma, una forma de romper antiguos patrones adquiridos que me dañaban, una forma de ser consciente y responsable de mis actos, una forma de aprender a cuidarme y a respetarme, a quererme, la forma de encontrar mi paz y mi tranquilidad interiores.
Lo mejor de la terapia es que he sido yo misma la que ha marcado los tiempos y los métodos para hacerlo. Ninguna terapia es igual, como ninguno somos iguales. Eso es lo que me gusta precisamente de esta terapia. No se puede pretender que todos sigamos un modelo conductual, de psicoanálisis… sino que ninguna de éstas técnicas en concreto, y todas a la vez, pueden servirnos a cada uno de nosotros.
Simplemente he dejado que mi terapeuta me guiara por el propio camino que yo estaba marcando, para lograr todo aquello que quería